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En alguno de sus empujes notaba como tocaba en el fondo de mis entrañas, pero no me dolía y le dejaba porque veía que era cuando él más disfrutaba. No me lo podía creer en algunos mementos se introducía casi entera, porque sentía la bolsa de sus testículos chocar en mis muslos.
Yo nunca había pensado que un pubis pudiese ensanchar tanto como para poder introducir aquel pene. Evidentemente había sabido calentarme.
Mi hermano estaba como loco y yo sentía que mi orificio hacia mucha presión sobre su pene ya que, aunque entraba, le costaba empujar.
De repente la sacó y se puso el preservativo con mucha prisa. Sin decirme nada la introdujo de nuevo y empezó a empujar sobre mí con una fuerza que no había visto antes y a jadear muy fuerte, casi gritaba. Me besaba, sentía su aliento en mis labios, en mi cuello y pensé que algo importante venía. Me concentré para atender a lo que me pudiese decir y le deje hacer, pero siempre atenta.
Me miro a los ojos y me dijo mientras empujaba con fuerza y profundamente: “mi amor me estoy corriendo en tu coño”.